jueves, 15 de agosto de 2013

La épica historia del Caballero Blanco y el Caballero Negro



Primera parte:
 
El Caballero Blanco emprendió el viaje tras derrotar a la bestia. Tanta sangre derramada iba a perseguirle toda la vida, de eso no había escapatoria, pero podría tomarse un respiro antes de tragarse de vuelta toda la bilis. Llegó a los bosques encantados y conoció al caballero negro, mientras cazaba a su presa. Se moría de hambre, por lo que comieron juntos al venado. Jugaron ajedrez en toscas piezas traídas desde el reino Albino. El cabellero oscuro se rió de sus ojos rojos de conejo. Él dijo que parecía un demonio con tanta barba. Permanecieron en la cueva tres meses, habiendo planeado dos días. A veces el Caballero Blanco se despertaba gritando y el Caballero Oscuro le pasaba un vaso  diciendo "ya sé, intenta olvidarlo." Pero era imposible.  El dragón escupía fuego. Ellos no eran enviados al infierno. Ellos debían matarlo. Eran más de mil. Sólo él quedaba. ¿Cómo volver?

Segunda parte:




Al Caballero Negro nadie lo nombró tal. Salvó a su pueblo de los invasores, sólo él y su hermano, y de ahí decidió tomar el nombre. Lo respetaban, lo temían y algunas viejas le pellizcaban la mejilla cuando se sentaba y se hallaba a su altura. Pero entonces vino la plaga y su hermano cayó, junto a las esperanzas de procrear de todas las mujeres. Sus mayores crecieron hasta morir. Muchos se fueron. Cuando llegaron nuevos intrusos no quedaba mucho por defender, pero él lo intentó. Se fue cuando vio que era imposible, cuando no quedaba nada. Sin casa, saqueaba. Ayudaba por dinero y mentía como bellaco. Pensó que el Caballero Blanco tendría algo, pero sólo poseía su memoria a cuestas. El resto se perdió o fue quemado de un soplido. Empezó por lástima. Continuó por simpatía. Alimentado de nuevo, lo puso a prueba. La derrota nunca supo tan bien.



 Tercera parte:

El origen del Caballero Gris nadie lo tiene muy claro. Se sabe que fue entrenado desde que supo caminar y que su madre murió durante el parto. De su padre, tutores, quién le enseñó a caminar y portar un arma eran incógnitas que se negaba a aclarar. Pero tampoco era un completo misterio. Una vez, habiendo regresado de proteger al Príncipe Encantado de un mitad hombre-mitad bestia, borracho como él solo, le preguntó a su compañero más cercano, el Caballero Rosa, para qué quería la bestia al Príncipe cuando podría haber tomado a la Princesa Encantadora. Riendo, se respondió que a lo mejor quería tener dos espaldas sin el peligro de procrear. Alguna gente hacía eso, incluso gente deseosa de tener progenie, comentó. Otros debían pedirle bebés a familias ya rotas, demasiado pobres para mantener a otro. De pronto calló, abstraído y como sorprendido. Eso hacen, dijo bajito al aire.




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