Primera parte:
El Caballero Blanco emprendió el viaje tras derrotar a la
bestia. Tanta sangre derramada iba a perseguirle toda la vida, de eso no había
escapatoria, pero podría tomarse un respiro antes de tragarse de vuelta toda la
bilis. Llegó a los bosques encantados y conoció al caballero negro, mientras
cazaba a su presa. Se moría de hambre, por lo que comieron juntos al venado.
Jugaron ajedrez en toscas piezas traídas desde el reino Albino. El cabellero
oscuro se rió de sus ojos rojos de conejo. Él dijo que parecía un demonio con
tanta barba. Permanecieron en la cueva tres meses, habiendo planeado dos días.
A veces el Caballero Blanco se despertaba gritando y el Caballero Oscuro le
pasaba un vaso diciendo "ya sé, intenta
olvidarlo." Pero era imposible. El
dragón escupía fuego. Ellos no eran enviados al infierno. Ellos debían matarlo.
Eran más de mil. Sólo él quedaba. ¿Cómo volver?
Segunda parte:
Al Caballero Negro nadie lo nombró tal. Salvó a su pueblo de
los invasores, sólo él y su hermano, y de ahí decidió tomar el nombre. Lo
respetaban, lo temían y algunas viejas le pellizcaban la mejilla cuando se
sentaba y se hallaba a su altura. Pero entonces vino la plaga y su hermano
cayó, junto a las esperanzas de procrear de todas las mujeres. Sus mayores
crecieron hasta morir. Muchos se fueron. Cuando llegaron nuevos intrusos no
quedaba mucho por defender, pero él lo intentó. Se fue cuando vio que era
imposible, cuando no quedaba nada. Sin casa, saqueaba. Ayudaba por dinero y mentía
como bellaco. Pensó que el Caballero Blanco tendría algo, pero sólo poseía su
memoria a cuestas. El resto se perdió o fue quemado de un soplido. Empezó por
lástima. Continuó por simpatía. Alimentado de nuevo, lo puso a prueba. La
derrota nunca supo tan bien.
Tercera parte:
El origen del Caballero Gris nadie lo tiene muy claro. Se
sabe que fue entrenado desde que supo caminar y que su madre murió durante el
parto. De su padre, tutores, quién le enseñó a caminar y portar un arma eran
incógnitas que se negaba a aclarar. Pero tampoco era un completo misterio. Una
vez, habiendo regresado de proteger al Príncipe Encantado de un mitad
hombre-mitad bestia, borracho como él solo, le preguntó a su compañero más
cercano, el Caballero Rosa, para qué quería la bestia al Príncipe cuando podría
haber tomado a la Princesa Encantadora. Riendo, se respondió que a lo mejor
quería tener dos espaldas sin el peligro de procrear. Alguna gente hacía eso,
incluso gente deseosa de tener progenie, comentó. Otros debían pedirle bebés a
familias ya rotas, demasiado pobres para mantener a otro. De pronto calló,
abstraído y como sorprendido. Eso hacen, dijo bajito al aire.
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