Todo empezó mal. Ella era demasiado fuerte, demasiado veloz,
demasiado segura sobre sus pasos. Creían que con haber leído las antiguas
novelas tenían definidas a las de especie de pechos hinchados. Se suponía que
serían sus sirvientas y ellos las mantendrían a salvo, las atenderían como un
tesoro viviente. ¿Pero de dónde salió esa mano de uñas largas encontrándose con
su mejilla? Ella escapó.
No podían dejarla ir, a la última que quedaba. Les costó todo
regresarla a la vida. La necesitaban. El hermano menor del líder cacheteado fue
quien la encontró, viviendo en la intemperie a base de lo que cazaba. No era
dulce con ellos, ni amable ni agradable. Los veía cual objetivos para sus
piedras cuando ellos querían tratarla como antes. Sólo el hermanito, ignorante,
lograba hacerla actuar como una persona en vez de bestia. Le pidieron ayuda
para evitar la extinción. Dijo sí. Un sí condicionado.
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