jueves, 15 de agosto de 2013

Apocalipsis



Todo empezó mal. Ella era demasiado fuerte, demasiado veloz, demasiado segura sobre sus pasos. Creían que con haber leído las antiguas novelas tenían definidas a las de especie de pechos hinchados. Se suponía que serían sus sirvientas y ellos las mantendrían a salvo, las atenderían como un tesoro viviente. ¿Pero de dónde salió esa mano de uñas largas encontrándose con su mejilla? Ella escapó.
No podían dejarla ir, a la última que quedaba. Les costó todo regresarla a la vida. La necesitaban. El hermano menor del líder cacheteado fue quien la encontró, viviendo en la intemperie a base de lo que cazaba. No era dulce con ellos, ni amable ni agradable. Los veía cual objetivos para sus piedras cuando ellos querían tratarla como antes. Sólo el hermanito, ignorante, lograba hacerla actuar como una persona en vez de bestia. Le pidieron ayuda para evitar la extinción. Dijo sí. Un sí condicionado.

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