martes, 27 de agosto de 2013

Arándanos de
porcelana tibia
crujen de dolor.

Cuentos a la
plancha, trinchados con el
frasco de lata.

Se perdieron
en el bosque profundo
y comieron mal.

El biquini de
queso azul y melón
se derritió.

Recogieron al conejo en la playa. Al día siguiente él fue el único que quedaba en la casa.

La dona era peligrosa, sí. Pero aun así nadie esperaba que robara aquel banco y se llevara el auto del dueño.

domingo, 25 de agosto de 2013

Ninfa de risas
chuecas color pardo
palpitan mucho.

Microrrelato
de terror confuso se
escriben mucho.

Dilataron los
pies apelmazados
de dos mil patos.

La historia
gay jamás contada
empezó así.

Nunca llegó a enterarse de que la sangre que probaba era la suya propia.

El neurólogo descubrió un cáncer de pie neutro.

jueves, 15 de agosto de 2013

Sombras chinas



Fue el mejor espectáculo de sombras que vieron alguna vez. Nadie se explicaba cómo un par de manos podían formar monstruos tan intrincados, hacerlos creer que sus alas membranosas agitaban el aire hasta el techo. ¡Y sólo un hombre detrás del espectáculo! Sólo él, sus manos, su ingenio y el toldo para cubrirlo.
Las luces cambiaban. ¡Mira qué espectáculo con ese tono rojo y las figuras de los aldeanos perdiéndose en las nubes negras! ¡Qué realistas los movimientos de las colas sobre las montañas altas! Los niños rieron cuando se comieron a todos los corderos. Los padres aplaudieron cuando el dragón se rió tras destruir las casas de un soplido. Al encenderse las luces, el maestro salió tras el toldo y les agradeció, reverente. Esataba demasiado oscuro para que ellos vieran el sudor que cubría su frente, lo abiertos que estaban sus ojos desde que las nuevas sombras aparecieran.

Apocalipsis



Todo empezó mal. Ella era demasiado fuerte, demasiado veloz, demasiado segura sobre sus pasos. Creían que con haber leído las antiguas novelas tenían definidas a las de especie de pechos hinchados. Se suponía que serían sus sirvientas y ellos las mantendrían a salvo, las atenderían como un tesoro viviente. ¿Pero de dónde salió esa mano de uñas largas encontrándose con su mejilla? Ella escapó.
No podían dejarla ir, a la última que quedaba. Les costó todo regresarla a la vida. La necesitaban. El hermano menor del líder cacheteado fue quien la encontró, viviendo en la intemperie a base de lo que cazaba. No era dulce con ellos, ni amable ni agradable. Los veía cual objetivos para sus piedras cuando ellos querían tratarla como antes. Sólo el hermanito, ignorante, lograba hacerla actuar como una persona en vez de bestia. Le pidieron ayuda para evitar la extinción. Dijo sí. Un sí condicionado.

Relación insana



Eran dos asesinos naturales, pero no lo sabían hasta que se enamoraron. No habían cruzado una sola palabra cuando ya habían eliminado cualquier posible competencia. Destruidos los mundos a su alrededor, se encontraron como los únicos oponentes en pie. La lucha fue lenta, sagaz, punzante como cuerdas bajo la piel. Cortinas sangrientas, violines chillones, gargantas abiertas y lágrimas porque tanta belleza hubiera en este mundo. Hubo deseo bajo el odio, rabia sobre el amor. Al final, fue inevitable el enfrentamiento, bastante cerca de la cama. Mordidas, tirones, un dolor tan placentero que pareció romper al universo entero y destruirlo en húmedas exhalaciones. No se recuperaron al mismo tiempo. Antes el más alto sacó la navaja de debajo del colchón. Susurró “te amo”, antes de hacer uso de su arte.

La épica historia del Caballero Blanco y el Caballero Negro



Primera parte:
 
El Caballero Blanco emprendió el viaje tras derrotar a la bestia. Tanta sangre derramada iba a perseguirle toda la vida, de eso no había escapatoria, pero podría tomarse un respiro antes de tragarse de vuelta toda la bilis. Llegó a los bosques encantados y conoció al caballero negro, mientras cazaba a su presa. Se moría de hambre, por lo que comieron juntos al venado. Jugaron ajedrez en toscas piezas traídas desde el reino Albino. El cabellero oscuro se rió de sus ojos rojos de conejo. Él dijo que parecía un demonio con tanta barba. Permanecieron en la cueva tres meses, habiendo planeado dos días. A veces el Caballero Blanco se despertaba gritando y el Caballero Oscuro le pasaba un vaso  diciendo "ya sé, intenta olvidarlo." Pero era imposible.  El dragón escupía fuego. Ellos no eran enviados al infierno. Ellos debían matarlo. Eran más de mil. Sólo él quedaba. ¿Cómo volver?

Segunda parte:




Al Caballero Negro nadie lo nombró tal. Salvó a su pueblo de los invasores, sólo él y su hermano, y de ahí decidió tomar el nombre. Lo respetaban, lo temían y algunas viejas le pellizcaban la mejilla cuando se sentaba y se hallaba a su altura. Pero entonces vino la plaga y su hermano cayó, junto a las esperanzas de procrear de todas las mujeres. Sus mayores crecieron hasta morir. Muchos se fueron. Cuando llegaron nuevos intrusos no quedaba mucho por defender, pero él lo intentó. Se fue cuando vio que era imposible, cuando no quedaba nada. Sin casa, saqueaba. Ayudaba por dinero y mentía como bellaco. Pensó que el Caballero Blanco tendría algo, pero sólo poseía su memoria a cuestas. El resto se perdió o fue quemado de un soplido. Empezó por lástima. Continuó por simpatía. Alimentado de nuevo, lo puso a prueba. La derrota nunca supo tan bien.



 Tercera parte:

El origen del Caballero Gris nadie lo tiene muy claro. Se sabe que fue entrenado desde que supo caminar y que su madre murió durante el parto. De su padre, tutores, quién le enseñó a caminar y portar un arma eran incógnitas que se negaba a aclarar. Pero tampoco era un completo misterio. Una vez, habiendo regresado de proteger al Príncipe Encantado de un mitad hombre-mitad bestia, borracho como él solo, le preguntó a su compañero más cercano, el Caballero Rosa, para qué quería la bestia al Príncipe cuando podría haber tomado a la Princesa Encantadora. Riendo, se respondió que a lo mejor quería tener dos espaldas sin el peligro de procrear. Alguna gente hacía eso, incluso gente deseosa de tener progenie, comentó. Otros debían pedirle bebés a familias ya rotas, demasiado pobres para mantener a otro. De pronto calló, abstraído y como sorprendido. Eso hacen, dijo bajito al aire.